Mucho ruido y pocos jueces. Eso pensaban los miembros del colectivo de vecinos que, a primeros de agosto, consiguieron trasladar a la secretaria autonómica de Gobernación, Asunción Quinzá, sus quejas por lo que ha venido a ser el sonoro culebrón estival en Benidorm: el ruido.
Sexo y mucho ruido en las calles de Benidorm
Empieza septiembre pero el buen tiempo en Benidorm no desaparece, ni los turistas, ni las escapadas de fin de semana de ciudadanos británicos que aterrizan en nuestra ciudad como Mr. Hyde dejándose en sus casas al discreto Dr. Jekyll. Empieza septiembre pero el verano no ha acabado. Que se lo digan al alcalde, a Agustín Navarro, que cada fin de semana se desayuna con un montón de denuncias de la Policía Autonómica sobre la mesa. El ruido no es un problema de ahora. Benidorm lo arrastra desde hace décadas. Sin embargo ha sido este año cuando la bomba sónica ha estallado.
El primer aviso fue la denuncia del Sindicato Profesional de Policía Local y Bomberos (SPPLB) ante la Conselleria de Governació. Una denuncia por incumplimiento de la normativa que dejaba a los agentes locales en muy mal lugar: en medio del conflicto entre empresarios de ocio y ciudadanos. La Policía no podía hacer nada, a pesar de las denuncias vecinales, porque el pacto entre Ayuntamiento y hosteleros estiraba los horarios; se lavaban las manos y a los funcionarios ni les era posible atender las quejas vecinales, ni realizar su labor.
Más tarde, la Plataforma de Afectados por el Ruido tomó forma, al igual que en otras ciudades turísticas (Marbella, por ejemplo). A los ciudadanos no les quedó otra alternativa que unirse para intentar solucionar un problema que lleva décadas enquistado. La plataforma, formada por un heterogéneo colectivo vecinal y que ha recogido ya más de un millar de firmas a favor de sus tesis, consiguió que Quinzá viniera a Benidorm, pasando por encima del propio Ayuntamiento y que se comprometiera a hacer cumplir la normativa mediante una mayor presencia de la Policía Autonómica.
Sexo en las calles de Benidorm
Por último, al ruido le ha salido el complemento estival de los excesos sexuales. A lo largo del verano han circulado por redes sociales y mensajería móvil imágenes de sexo explícito en las calles de Benidorm. Al igual que en otras localidades españolas con presencia masiva de turistas británicos como Magaluf o Salou, estos han sido denunciados pero, afortunadamente, no han alcanzado la notoriedad informativa que en otras latitudes porque, simplemente, las cámaras de televisión no estuvieron aquí para grabarlo. Entre julio y agosto, 60 establecimientos de ocio de Benidorm han sido multados tras las más de 400 inspecciones realizadas. Las intervenciones de la Policía Autonómica se han incrementado en un 43% respecto al año anterior. La mayoría de las denuncias han sido por exceso de decibelios, sobrepasar el aforo permitido, no cumplir con los horarios y falta de permisos. El alcalde que recientemente afirmó que “el problema del ruido es una manipulación del PP” tendrá que buscar pronto una solución que permita a la tan cacareada frase que tanto le gusta pronunicar: “conciliar el ocio y el turismo con el derecho al descanso de los vecinos”, sea una realidad. Ya no valen excusas como la ley anti tabaco que reúne a la gente en la calle a echar un pitillo. Si en la mayoría de nuestras ciudades puede haber discotecas funcionando de madrugada sin sobrepasar los horarios y sin molestar a los vecinos ¿Por qué no pasa lo mismo en Benidorm?. No se trata, como dijo el Presidente de la Asociación de Bares, Restaurantes y Cafeterías, Abreca, Javier el Castillo de “matar la gallina de los huevos de oro que es Benidorm”, sino de encontrar la solución definitiva a un problema enquistado en el tiempo que permita a Benidorm seguir siendo un destino turístico de primer orden, que las empresas dedicadas al ocio generen (y ganen) riqueza, que los vecinos que deseen descansar no tengan que irse a vivir fuera de la ciudad y que los funcionarios de la Policía Local no sean increpados por unos y otros al intentar cumplir con su trabajo. En el tejado del Ayuntamiento está la pelota, habrá que ver cómo reacciona ahora Navarro.
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