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PRENSA

Dos bomberos salvaron a la victima en un angustioso rescate en la playa de Pinedo

19 julio 2014 788 visitas

«Oía los gritos de mi padre mientras me ahogaba»

JAVIER MARTÍNEZ VALENCIA. Lasprovincias.es

Dos bomberos salvaron a la víctima en un angustioso rescate en la playa de Pinedo cuando ya había finalizado el servicio de socorristas

La muerte y el mar estuvieron a punto de darse la mano en la playa de Pinedo. Tres angustiosos rescates se saldaron con un joven hospitalizado y dos niños ilesos, de 14 y 9 años de edad, cuando ya había finalizado el servicio de socorristas. La rápida y valerosa actuación de dos bomberos evitaron una nueva tragedia en el mar tras lanzarse al agua para salvar a una de las víctimas, que estaba a punto de ahogarse.

Los hechos se iniciaron sobre las siete y media de la tarde del jueves. Dos primos hermanos acudieron con sus familias a uno de los espigones de Pinedo para pescar y bañarse. Dos hermanos de 14 y 9 años jugaban en la orilla, ajenos al peligro, cuando en pocos segundos fueron arrastrados por la corriente mar adentro. Iñaki De Miguel Soliva, de 19 años de edad y primo de los menores, se lanzó al agua de inmediato. También lo hizo el padre de los niños. Fueron momentos de gran tensión y nerviosismo. Entre los dos adultos lograron ponerlos a salvo con gran dificultad, pero Iñaki terminó exhausto por el esfuerzo realizado y no logró alcanzar las piedras del espigón.

El rescatador necesitaba entonces que lo salvaran. Su padre, el teniente coronel del Ejército del Aire Juan Manuel De Miguel, llamó al teléfono de emergencias internacional 911. «Fueron los primeros números que acerté a marcar. Indiqué la posición de mi hijo y pedí que alertaran con máxima urgencia a los servicios de rescate», explica Juan Manuel. «Fueron los momentos más angustiosos de mi vida. Veía que mi hijo se moría y no podía hacer nada», afirma con el rostro cariacontecido.

Un policía local del servicio de playas llegó con su quad en pocos minutos y pidió por su emisora que se movilizara un helicóptero. La vida del joven pendía de un hilo. Iñaki apenas podía mantenerse a flote en el mar picado. Su padre gritaba desde el espigón para darle ánimos. Otro policía local que se encontraba fuera de servicio se lanzó al mar para intentar auxiliar al joven, pero tampoco lo consiguió.

«La corriente lo arrastraba mar adentro y su cabeza aparecía y desaparecía entre las olas. El helicóptero no llegaba, y yo creía que lo perdía», reconoce el teniente coronel, que estuvo cuatro años destinado, para más inri, en el Servicio Aéreo de Rescate del Ejército del Aire.

Pero cuando se rozaba la tragedia llegó al espigón un equipo de bomberos del parque de El Saler. Uno de ellos se quitó el uniforme y se lanzó al mar. Sus compañeros le advirtieron del peligro que corría porque la víctima se encontraba a unos 300 metros de la orilla, y la cuerda de salvamento que llevaban sólo alcanza 30 metros. El fornido bombero nadó con todas sus fuerzas hacia el joven. Segundos después, otro bombero hizo lo mismo y se unió al salvamento. Entre los dos lograron arrastrar a Iñaki hasta una boya. «Se jugaron la vida para salvar a mi hijo. Nunca olvidaré lo que hicieron», asevera Juan Manuel con lágrimas en los ojos.

Mientras tanto, otro policía local del servicio de playas acudió a un muelle junto al Club Náutico de Valencia y reclutó a dos pescadores con sus pequeñas embarcaciones, que rescataron a los bomberos y al joven. El reloj marcaba entonces las 20.20 horas. Iñaki llevaba ya 45 minutos luchando contra el mar.

El helicóptero y una embarcación de Salvamento Marítimo llegaron al lugar cuando los tres hombres ya estaban a salvo. El joven fue trasladado en una ambulancia de Cruz Roja al Hospital La Fe, donde ingresó con los pulmones encharcados. Su madre se afanaba ayer en cuidarlo cuando no estaban las enfermeras. «Ha vuelto a nacer», manifiesta Amparo. «Ya le hemos dicho que tiene dos fechas de cumpleaños», añade la mujer. Iñaki asiente con la cabeza. «Oía los gritos de mi padre mientras me ahogaba, y eso me dio más fuerzas para luchar. Sabía que si me dejaba arrastrar por la corriente y mantenía la calma me iba a salvar», dice el joven con seguridad.