ANDRÉS VALDÉS El 26 de noviembre de 2008 la localidad de Petrer vivía el suceso más violento de su historia reciente. Un muerto, tres heridos, casi medio centenar de disparos y varios rehenes al borde del colapso fue el balance final del impresionante atraco a una sucursal bancaria que frustró la acción coordinada de los cuerpos de seguridad y el arrojo de dos policía locales de Petrer. Siete meses después de "aquel día aciago", el oficial Ramón Cerdá y el agente Manuel Calero siguen recordando "cada día" el interminable minuto que terminó a las 14.09 con un atracador desangrado en brazos del agente Calero. Fue el primer disparo contra una persona que ambos realizaron en más 20 años de servicio. Pero no dudan cuando se les hace la pregunta que más veces han contestado desde entonces: "No dudaría en volver a hacerlo si es necesario. Los albañiles suben andamios, un vendedor carga paquetes y los policías tenemos que hacer estas cosas. Los uniformes no valen nada, son las personas las que les dan sentido".
Relatan la huida del único atracador que quedaba en pie segundo a segundo, como si la vieran a cámara lenta por una pantalla. "Ramón estaba muy cerca del asaltante, pero aún no le había visto, así que traté de llamar su atención gritándole que tirara el arma, que había solución". Le respondió con dos disparos de un calibre 45. "Cuando pasan a dos centímetros de tu sien, las balas no silban, rugen. Presentí que me había tocado, que lo que pasara a partir de ese momento iba a ser definitivo", apunta el agente Calero.
"No podíamos abrir fuego, porque el asaltante había encañonado a un rehén. El hombre me miraba, me decía "sálvame"... Sentía mucha impotencia". El rehén, un hombre de mediana edad "recién operado del corazón", según los agentes, consiguió zafarse del atracador. El asaltante se quedó solo, y sin argumentos para no ser abatido con el arma reglamentaria mientras huía disparando. "Ojalá todo hubiera sido limpio... Si hubiera entregado el arma no tendríamos que haberlo hecho. No se lleva nada bien, porque tu no tienes el mismo instinto criminal. Estás ahí para salvar vidas, no para quitarlas", asegura el oficial Cerdá.
Nadie pronuncia la palabra "héroe", pero sí reconocen haber ido más allá del deber cuando se mantuvieron en el fuego cruzado con sangre fría, sin perder los nervios. "La cabeza te va a mil por hora. A posteriori es fácil analizar la escena, pero en ese momento nadie sabe cómo va actuar. Tienes que salvar la empresa en dos segundos, y nosotros sabemos que actuamos correctamente y así nos lo han transmitido tanto la gente de Petrer como los compañeros de la policía. Su apoyo ha sido muy importante y les estamos tremendamente agradecidos", afirman.
Los dos "hermanos" recibieron el sábado una de las distinciones más altas que un agente puede recibir en vida,
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